La medicina algaideña en los años 20 del siglo XX



 

No cabe duda, de que el presente año 2020 pasará a la historia como el año del Coronavirus, un año donde hemos y estamos siendo azotados por una pandemia mundial y donde, entre nuestras preocupaciones prioritarias, se encuentran la salud y la sanidad, con todo lo que ello conlleva. Sin duda, estamos ante un nuevo reto que no sabemos muy bien cómo afrontar pues nos encontramos ante una pandemia de lamentables consecuencias globales. Sin embargo, y como ya hablamos en el primer post de este blog, el coronavirus no es la primera pandemia a la que se enfrenta el ser humano y, probablemente, no será la última. La peste, la viruela, el tifus, la tuberculosis u otras enfermedades han puesto a prueba al hombre quien se ha visto obligado a encontrar soluciones, remedios y vacunas a tales males. Obviamente, la tecnología y la ciencia médica han avanzado con los años aunque nos sorprendemos al ver cómo algunos remedios usados para las enfermedades ‘antiguas’ siguen siendo efectivos en la actualidad.

¿Cómo era la medicina en la Algaidas de principios de siglo XX? 

Obviamente, la sanidad era una gran preocupación en nuestro pueblo en dichos años pues la elevada mortalidad infantil ocasionada por enfermedades víricas así como la poca esperanza de vida de sus habitantes hacía del médico o farmacéutico una persona relevante en la localidad, junto con el alcalde y el párroco. Como ya se comentó en un post anterior, la elección del médico o farmacéutico del pueblo no era baladí sino que precisaba, en estos años, de una reunión de los representantes del ayuntamiento para, entre varios candidatos, escoger a un facultativo. No era necesario ser oriundo de Algaidas, aunque era preferible que fuesen hombres solteros, y necesitaban demostrar, con el título universitario, la obtención de la licenciatura de doctor o farmacéutico y mostrar el número de licencia, mientras que era la Delegación de Farmacia de Archidona quien corroboraba la veracidad de estos documentos. A veces, el proceso de selección era duro y reñido pues había varios aspirantes que, con su ‘currículum’ debían acreditar estar capacitados para el puesto mientras que muchos contaban con sendas cartas de recomendación. Muchos médicos eran a su vez Inspectores Municipales de Sanidad y debían pasar por la criba del Gobierno Civil de Málaga y de la Delegación de Farmacia citada, además de por la Inspección Provincial de Sanidad. Para el puesto de médico, encontramos aspirantes  desde lugares lejanos al pueblo: Sevilla, Oviedo, Córdoba, Toledo y un largo etcétera que nos llevaría a un recorrido de la geografía peninsular.

El largo procedimiento citado, necesario también para la apertura de una botica, fue fraudulento en muchas ocasiones pues se falsificaban los títulos[1]. Tenemos un caso, quizás más, de esta práctica en nuestro municipio. Resulta que en el año 1925, hubo una farmacia clandestina en el pueblo que tardó un tiempo en cerrarse mientras que no sabemos desde cuando estuvo abierta. Son muchas las cartas conservadas en el Archivo Municipal que nos hablan de ella: “referente a la farmacia que ilegalmente tiene establecida en la calle de Armiñán de esta villa un tal Hebritas y constando a esta Subdelegación que dicha farmacia continúa funcionando descaradamente, en abierta oposición a cuanto hay legislado sobre la materia y con grave peligro para la salud pública que supone el ejercicio de la profesión farmacéutica por persona no establecida para ello, le reproduzco por el presente que, a la mayor brevedad, ordene la clausura del referido establecimiento…[2]’ En otra carta enviada por el Gobierno Civil de Málaga, se dice lo siguiente: ‘el subdelegado de farmacia del partido judicial de Archidona ha dirigido en distintas fechas, dos comunicaciones al alcalde de Villanueva de Algaidas instándole a la clausura inmediata de una farmacia que existen en dicha localidad sin la debida dirección facultativa cuyo establecimiento pertenece a un tal Hebritas sin que hasta la fecha haya podido conseguir, no sólo la clausura ordenada sino que dicho alcalde se haya dignado contestar a los oficios que le dirigió la mencionada autoridad sanitaria’. Nos queda preguntarnos a este respecto: ¿Quién sería Hebritas y el porqué de su acción?

Continuando con las boticas, es muy curioso el listado de material y ungüentos que albergaban estos establecimientos. Según los expedientes que se conservan en el Archivo Municipal, para que una botica fuese reconocida como tal, debía contener ‘varios vasos e instrumentos, así como hierbas y otros elementos y accesorios de ortopedia’. Vamos a mencionar aquí sólo algunos de ellos, viendo que algunos elementos nos resultan familiares y otros no tanto mientras que muchos de los ungüentos llaman bastante la atención. Los elementos aquí reflejados pertenecieron a la botica dirigida por José Román y Ríos[3], en el año 1926 mientras que en su expediente, aparece su currículum, la licenciatura de farmacéutico y la resolución definitiva para poder abrir una botica en el pueblo[4]: Aquí mostramos algunas de las cosas que contenía dicha botica: ‘una balanza, varios morteros de vidrio y porcelana, probeta, un pildorero, alcohómetro, espátulas, matrices, algodón perfumado, pulverizadores, saca-leches, cuna antiséptica, cebada pelada, cera amarilla, cera blanca, cilantro, cloral hidratado, clorato de potasio, clorato de soda, cloroformo, cloruro etilo, conserva rosas, agua de rosas, digitalina, dioxina, esperma de ballena, azahar, éter, aceite de almendras, estramonio compuesto, aceite de ruda, acetato amónico líquido, achicoria, adormidera blanca, aguas de brea, alcanfor, bálsamos de tofu del Perú, borraja, piedra pómez, ruda, salvia, sebo, agua Vichy, ampollas de aceite alcanforado, ampollas de cocaína, ampollas de morfina, ampollas de cafeína, azúcar de cacao, azufre, esparadrapo, licor de frutas, liquen, flor de malva, maná, malvavisco, melisa, manzanilla, mentol, opio en polvo, nuez moscada, tila, hemoglobina, heroína, yodo, jabón animal, jarabe de brea, jarabe de quina, láudano, alambique con baño de maría y alargadera de vidrio, un mortero de hierro y otro de bronce, colección completa de pesas y balanza de platillos, cuentagotas, embudos, lamparilla de alcohol, aparato para hacer tabletas, purgante, hojas de belladona, carbón, cianuro, aceite de ricino’.

Con estos y otros elementos y productos, se elaboraban los medicamentos para las enfermedades más comunes del momento, desde una gastritis, úlcera o fiebres, hasta viruela, tuberculosis o tisis. Como se aprecia, existía un amplio repertorio de hierbas y componentes naturales en la medicina mientras que también se usaban lo que actualmente podemos llamar 'estupefacientes, alucinógenos o narcóticos' utilizados para calmar el dolor, entre otros usos. En la imagen que acompaña a este post aparece el plano de la misma botica pero en el año 1921 donde había otro farmacéutico: Manuel Pavés y Rodríguez. El establecimiento se situaba entre la calle Armiñán y Padilla Villa y tenía dos pisos de altura: en la parte baja se situaba el almacén y los patios y en el primer piso la botica, el laboratorio y la re-botica. No olvidemos que estos establecimientos eran algo más que boticas: en ellos se elaboraban los medicamentos, eran lugares de reunión social donde los lugareños acudían al farmacéutico buscando el remedio para sus males y consuelo para su enfermedad. ¿A que no ha cambiado tanto la función social del farmacéutico? Lo único que ha evolucionado son los remedios y medicamentos para las enfermedades (menos mal).  

 



[1] Lo mismo ocurría en el caso de los profesores o maestros donde la falsificación de títulos era una práctica habitual.

[2] Carta enviada al ayuntamiento de Villanueva de Algaidas. 3 de diciembre de 1925.  Archivo municipal.

[3] Los farmacéuticos de los años 20 que ejercieron la profesión en


nuestro pueblo eran de fuera, ninguno es originario de Algaidas.

[4] El establecimiento era el mismo, cambiando sólo los farmacéuticos que lo regentaban.



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