Misterios en Algaidas (1)
Misterios ha
habido siempre. La tradición oral ha sido la transmisora de todo tipo de
cuentos y leyendas sobre fantasmas, criaturas mitológicas y una serie de
supuestos hechos paranormales que, aún a día de hoy, son de interés general. Todo
pueblo que se precie tiene su casa encantada repleta de fantasmas y entes demoníacos, como el conocido cortijo Jurado, o bien tienen como mascota un ser
extraño que es visto por poca gente pese a los cientos de curiosos que se
acercan para tener la suerte de observarlo, como es el caso de Nessie, que se cuenta, habita desde
tiempo inmemorial en el Lago Ness.
En Algaidas no
tenemos Nessies, como mucho algún águila
o búho que a veces sobrevuela nuestro término. Pero sí tenemos nuestra
particular casa encantada ¿Dónde? En el edificio más antiguo que se conserva:
el convento. Los expertos en lo paranormal afirman que los fantasmas o
espíritus se concentran en sitios energéticos que han estado habitado desde
tiempos inmemoriales y que, por condiciones inexplicables, se queda concentrada
la energía. Se dice también que esos fantasmas son el alma de personas que han
dejado cosas pendientes en el mundo terrenal… quién sabe. Mejor este tipo de
explicaciones se las dejamos a Íker Jiménez y vayamos a los hechos.
Misterios en el convento de Nuestra Señora de la Consolación
Es muy
común que las crónicas conventuales expliquen hechos milagrosos realizados por
alguno de los frailes. Por ejemplo, como se vio en la entrada de Pandemia en Algaidas, el guardián de aquellos años era considerado un sacerdote
milagroso y tocado por la gracia de Dios. Sin embargo, en ocasiones también se
guardan historias de fantasmas, algo no extraño, puesto que la religión siempre
ha estado muy vinculada a este mundo más espiritual y, aunque siempre ha
peleado contra la brujería y demás herejías, muchas veces ha tenido un juego
peligroso con ellas. Se cuenta que hacia el año 1635, aún estando el convento
en obras, se oían por las noches muchos ruidos y como llamaban a las puertas
pero luego no había nadie. Los religiosos, atemorizados, rezaban cada noche
para que parasen los ruidos y los golpes pero siempre, hacia la misma hora, se
escuchaban. Todo siguió igual hasta que un día, repararon que había una pila de
huesos amontonados en la cerca y que habían sido sacados de la cripta por
alguna razón desconocida. Los franciscanos los colocaban en montón cada mañana,
pero al día siguiente amanecían desordenados y esparcidos. Uno de ellos llegó a
la conclusión que podrían ser los mismos huesos quienes armaban tanto escándalo
y llamaban a la puerta porque querían volver a la cripta sacra, de donde habían
sido sacados. Sea cierto o no, desde que los volvieron a enterrar en la cripta
se acabaron los ruidos.
Cinco
años más tarde, en 1640, un albañil que trabajaba en la construcción del
convento, llamado Domingo Fernández, salía de las obras y se encontró junto a
las tapias a su vecina, María de Sílex. ¡Imposible! Pensó el pobre albañil, si
María había muerto no hacía más de una semana… envalentonado le preguntó a su
antigua vecina que qué buscaba en la tierra de los vivos. Ella respondió: “Dile
a mi hermana que me digan dos misas, que de eso necesito, por señas de aquel
oncenario de San Diego que está en tal arca, entre tal ropa”. Y así fue, pues
precisamente el Oncenario de San Diego, que se llevaba por tradición a todos
los enfermos de la comarca, se quedó olvidado en el cortijo de la difunta, y
cuando se pedía a los pobres franciscanos, estos contestaban que no tenían ni
idea de dónde había ido a parar. La hermana de María hizo las dos misas, y
nunca más se volvió a ver a la difunta ¿será cierto la historia o simplemente
era propaganda de la Iglesia para hacer misas?
Lo más
probable es que la Iglesia tenga mucho que ver en esas historias, y sobre todo
en su propaganda. En el caso de los exorcismos ocurre lo mismo, es un tema difícil
de tratar y bastante tabú para algunos eclesiásticos, pero a lo largo de la historia
ha habido varios, y por supuesto, en Algaidas también.
Como
se ha mencionado más arriba, y también lo hicimos en la entrada de Pandemia, en
el partido de Algaidas vivió un franciscano de vida milagrosa llamado fray
Andrés de San Francisco, del cual prometemos hacer un día una reseña biográfica.
Este fraile fue guardián durante varios años del convento de la Consolación y
era muy riguroso en su oficio y en su cristiandad: rezaba mucho, tenía
austeridad y ayudaba al prójimo. Era llamado el fraile manco, porque por culpa de
una herida que tuvo en su brazo, este se le engangrenó y tuvieron que
cortárselo. Así se cuenta: “Sentáronle en una silla, queriéndole atar, pareciéndoles
imposible el que sufriese el cuchillo y botones de fuego; y el santo varón dijo
que no era necesario, porque tenía otro mejor remedio. Pidió un crucifijo, fijó
en él los ojos, alargó el brazo e hicieron en él toda la cura sin hacer él el
menor movimiento ni dar un suspiro”.[1]
No se sabe cómo, uno de los frailes del convento fue poseído por el maligno, el franciscano era fray Francisco Jiménez. Aunque los franciscanos trataron de detenerlo, su compañero no cesaba en atacar a las imágenes sagradas y de insultar la palabra de Dios. No hubo más remedio que ponerlo en conocimiento de las autoridades eclesiásticas, que enviaron al exorcista fray Bartolomé Núñez. Cuando entró a la celda donde tenían al poseído, este profirió: “¿A qué venís vos acá? Que más pena me da el manquillo, que vos me podéis dar”[2]. El manquillo no era otro que el guardián Andrés de San Francisco, que también estaba presenciando la escena. Finalmente, tras el ritual pertinente, el poseído quedó libre del maligno, pero con secuelas de por vida.
Estas no son las únicas historias de fantasmas y hechos misteriosos que se cuentan, pero de momento, lo dejaremos aquí.
[2] Ibid.
Felicidades. Como todo lo que publicais, muy interesante
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